PARROQUIA SANTIAGO APÓSTOL
A veces vuelvo a visitar el barrio donde nací, uno de los sitios especiales para mí es la Parroquia Santiago Apóstol. Una de las sedes católicas del barrio de Núñez, situada en la Avenida Udaondo y calle Richieri a una cuadra de Avenida Libertador.
De chico la visitaba siempre cuando volvía de hacer actividades del Club River Plate. Cuando pasaba por delante de la Parroquia tenía que entrar como si hubiera un imán gigante que me obligaba a hacerlo.
Era una casa grandiosa en la cual me hubiese gustado vivir, por su silencio a veces, otras por los sonidos celestiales de su órgano gigante.
Cuando iba estaba casi vacía, el espacio no tenía límites, las pocas personas se movían sin apuro o rezaban en voz baja, sentadas en algún banco de la gran cantidad de éstos que estaban solitarios. Entonces yo elegía el lugar donde estar o la recorría solo con el fin de ser uno de los dueños del lugar.
La altura de su techo, la revisaba para tratar de ver algún murciélago que decían que volaban de noche, muy atractivos me resultaban largos ventanales verticales hechos en "vitro". Nadie me molestaba, nadie decía lo que tenía que hacer o deshacer. A veces probaba el gusto del agua bendita que era muy parecida a la de casa, un poco más salado.
Contiguo al cuerpo principal, atrás, había un lugar donde estudié mi catequesis, donde una vez por mes daban cine y hacían sorteo de juguetes para los niños. Me gustó vestir el uniforme de la comunión, trajecito azul de pantalón corto y corbata celeste con un moño al costado en el saco.
El día de la ceremonia éramos dos hileras hacia el altar, formando parejas. A mi lado iba una prima, pero dos filas adelante, una vecina del barrio, que no se enteró que yo aprovechaba la ocasión para casarme con ella.
Ahora de grande, a veces acompaño a mi hijo que le gusta ir a misa, y me dedico a observar a las personas, trato de descubrir quiénes profesan una fe sincera, quiénes sólo van como acompañantes o cuáles se sienten contenidas por el lugar.
